El místico viaje que narra Dante en su Comedia, calificada de “divina” por Boccaccio, parte de la oscuridad para alcanzar el reino de la luz. Efectivamente, el paraíso, tercera y última etapa de su odisea, es la morada de los sabios, cuyas almas son haces luminosos.

Nada como un paseo por la Piazza della Signoria o los jardines de Boboli de Florencia para sumergirse en el luminoso renacimiento italiano. Las soberbias esculturas de Miguel Ángel, Donatello o Giambologna muestran figuras masculinas y femeninas sensuales y atractivas, esculpidas por las manos de artistas sublimes.

A la vista de sus representaciones en el arte del Renacimiento, los dioses y diosas griegas eran todos ellos criaturas atractivas, a gusto con sus cuerpos, de bellas y poderosas proporciones. Quizá la razón esté en que los habitantes del Olimpo no tenían que contar calorías.